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Velázquez, 102
Madrid (Salamanca)
Núñez de Balboa
91 154 22 33
40 - 50
En la transitada calle Velázquez del madrileño barrio de Salamanca acaba de abrir sus puertas el Restaurante El Tártaro. Un espacio elegante a la vez que informal que seduce a aquellos paladares que buscan los sabores de antaño, elaborados con materias primas de excelente calidad ofreciendo una cocina mediterránea tradicional de temporada. Su comedor tiene capacidad para 70 comensales, además de disponer de un espacio reservado para 12-16 personas. Su barra permanece abierta ininterrumpidamente desde las 10:00h de la mañana hasta las 2:00h de la madrugada -2:30h los fines de semana-. Además de las entradas de su carta, ofrece un Menú del Día de lunes a viernes a mediodía a 16,50 €, así como diferentes Menús que oscilan entre los 19,90 € y los 45 €. Los fines de semana a mediodía los niños -hasta 12 años- comen gratis un Menú Infantil, además de disfrutar de un servicio de cuidadora, para que los padres disfruten la sobremesa. Su horario de apertura es de 13:00h a 16:30h y de 20:30h a 00:00h. No cierra ningún día de la semana. Dispone de servicio de aparcacoches.
4,5
Rayo: ¡Cucharete también celebra su comilona con amigos estos días! ¡Cómo no! ¿A qué vosotros también estáis buscando ahora mismo un lugar especial para salir a cenar? ¡Lo sabía! ¡Por eso estáis en Cucharete! Nos encontramos, sin duda alguna, ante las fechas en las que más se sale de cena de todo el año, no tienen parangón. Son momentos gastronómicos tremendamente sabrosos, esenciales para disfrutar un buen rato compartido con amigos, familia o compañeros de trabajo, tanto para comentar batallitas pasadas como para despedirse por unos días mientras se deleita uno con el relax merecido y las sorpresas que nos depararán estas fechas que, cierto es, tienen tantos amantes como detractores aunque, si en la casa hay niños… ¡Os aseguro que son inolvidables!
Inolvidables también fueron las sensaciones cuchareteras que pudimos experimentar la pasada noche en el Restaurante El Tártaro: Cierras los ojos… haces memoria… y… ¡Madre mía! ¡Qué rico estaba todo! Os va a encantar este restaurante, a medida que vayamos avanzando en el texto, notaréis cómo se gana vuestro paladar… ¡A ver quién se aguanta sin ir a visitarlo después de la espectacular ristra de fotografías que vienen a continuación! ¡Y eso que no podéis sentir sus aromas! Quizás con el iPhone 8, allá por el 2015, la tecnología nos permita disfrutar más si cabe de la lectura… ¡Quién sabe! Porque al ritmo que avanza esto…
A la altura del número 102 de la transitada calle Velázquez, que junto con Goya y Serrano conforman las arterias principales del lujoso barrio de Salamanca madrileño, seduce a los viandantes la vistosa e imponente terraza del Restaurante El Tártaro. Un elegante establecimiento que abre sus puertas hace apenas dos meses y que ya causa sensación en la zona, no hay más que observar las fotografías -y los coches de clientes que hay aparcados en su puerta-. Como os comentaba, nos encontramos en uno de los distritos más lujosos de la ciudad, con comercios y tiendas exclusivas a la atención del cliente con alto poder adquisitivo, una zona con hoteles de primera clase y, como es el caso, con excelentes lugares para disfrutar de una jornada gastronómica para el recuerdo. ¡Para eso mismo estábamos allí el equipo de Cucharete al completo con varios amigos! ¡Para cenar de lujo! Y sin pensárselo dos veces, cuando por una calidad excepcional se factura un precio ajustado: ¡Ésa es la clave del temprano éxito del joven El Tártaro!
Las estufas calefactoras de gas para exteriores flanquean la terraza del Restaurante El Tártaro, acompañadas en todo momento por unas frondosas jardineras que visten y delimitan el espacio a la vez que lo aíslan del tráfico de la vía. ¡Vaya lujo! ¡Ni el frío invernal de estas fechas gana la batalla a una postal como la que preside este texto!
La vela que custodia la mesa centellea en todas direcciones, atravesando con mimo la impecable cristalería y esbozando sombras antojadizas por la superficie de un mantel que embruja a todos y cada uno de los viandantes que se aproximan a sus dominios. ¡Caerás en las redes de El Tártaro si paseas por Velázquez 102! ¡No lo dudes!
El diseño está presente en todo el proyecto, no hay más que observar detenidamente las sillas que rodean las mesas de la terraza, todo un instrumento de cuerda en potencia al que no se le escapa ninguna nota, ni musical ni organoléptica.
Y he aquí la fotografía más sorprendente de todas las que hice en el Restaurante el Tártaro, por supuesto, sin ningún retoque de Photoshop, aunque pueda parecer lo contrario. ¡Se trata de la lámpara que preside el espacio interior enfocada desde abajo a contraluz! ¡Genial! Un sinfín de huevas traslúcidas que auguran un caviar de primerísima calidad: la cocina de El Tártaro.
Esta vista resuelve el enigma de la lámpara, que como podéis ver resulta muy llamativa. Diseño en estado puro para abrazar con su luz un espacio fresco y moderno que no deja a nadie indiferente. La enorme cristalera nos permite integrarnos con el exterior y disfrutar de su romántica terraza incluso a distancia.
El Restaurante El Tártaro se divide en tres zonas bien diferenciadas. La primera -que aparece en la siguiente imagen-, bajando unos escalones y tutelada por una vistosa y colorida barra, es la sala “club”, perfecta para tomarse un cóctel, una copa o picar algo de la carta. La música se encarga de aclimatar el espacio y hacerlo lo más apacible posible, mientras un extraordinario espejo ovalado -u óvalo espejado- atrapa todas las miradas. ¡Cuidado con lo que sucede al otro lado!
Tenemos a nuestra disposición sillas de los años 50 perfectamente restauradas, que arropan de lado a lado a un seductor sofá Chester reconocido por su artesanía y belleza. Puro diseño tradicional inglés transformado en un básico de decoración eterno. ¿Sabíais que se cree que fue el cuarto Conde de Chesterfield -Philip Stanhope- quien a principios del s. XIX encargó a un prestigioso ebanista el diseño de un sofá que permitiera a los caballeros de la alta sociedad de la época sentarse en sus selectos clubs con la espalda totalmente recta? De esa forma evitaban movimientos inadecuados y formas poco gentiles para tan vanidosos señores. Ahora, en pleno s. XXI, todos los que visitemos El Tártaro ¡podemos “gentilizarnos” a gusto! ¡Con un gin tonic en la mano, por supuesto! Pero ese plan, de momento, lo dejamos para el final del artículo… Todo llegará.
La sala “club” es realmente acogedora, un grupo pequeño la conquista sin más. Adueñarse de El Tártaro para ti solo -tu grupo- consigue que la intimidad de la noche esté de tu lado. Una fiesta privada en ese espacio es todo un lujo, sobran sillas sobre las que descansar mientras se está de “copeteo”, aunque la presa a batir es el Chester, sin duda. Por la noche se anima mucho el ambiente, algo que no me extraña, una vez disfrutamos de los cócteles y combinados que sirven en su barra…
Despiertan nuestra atención las mesas altas a pie de barra que en otra vida pasada fueron prensas de algún tipo de maquinaria. Podéis “darle a la manivela” para adecuar la altura de las mismas a vuestra estatura, mientras reposáis en unos exclusivos taburetes de lata que mantienen un guiño al pasado a la vez que defienden el estilo moderno.
La barra del Restaurante El Tártaro es alegre y muy colorida. Sobre sus estantes reposan las reputadas ginebras premium, agradecidos whiskys y populares rones entre otras bebidas más habituales de alta graduación cuidadosamente retroiluminadas. Vamos, que hay para todos los gustos… Permitidme que en esta ocasión me quede con la fantástica cafetera WMF Presto! que podéis ver en el centro de la imagen -encargada de preparar los ricos cafés que disfrutamos al final de la velada- porque me encanta. ¡Quién tuviese una como ésa en casa!
Los vinos que se sirven por copas en El Tártaro se mantienen frescos en las champaneras, listos para tomar acompañados de un aperitivo en cualquier momento. Como los elaborados vermuts que se tomaron Elena Y Ninillas mientras yo hacía las fotografías del local. ¡Estaban impresionantes! (Os lo dice uno que probó un sorbo y que es “experto” en esta bebida). No os vayáis de El Tártaro sin probar uno… Y después me contáis qué tal…
Subiendo la escalera que nace en la entrada, accedemos a la segunda estancia de El Tártaro: el comedor. Unas enormes letras de metal desconchado que referencian el local nos marcan el camino hacia nuestra morada gastronómica. A primera vista resulta elegante, a medida que avanzamos observamos que combina adecuadamente un clima formal con un aire desenfadado y sencillo. Un lugar espontáneo a la vez que maduro. Un espacio para el relax de la mente y el disfrute del paladar.
El diseño del comedor de El Tártaro se presenta al más puro estilo loft neoyorkino, con estudiados toques vintage que consiguen una estética retro. Sillas de piel chocolate contrastan sobre una tarima clara que da soporte a unas mesas vestidas de gala en tonos blancos y gris perlado. Por supuesto, la cristalería, vajilla y cubertería están a la altura, al igual que sus servilletas de hilo.
La moderna iluminación -a base de pequeños focos multidireccionales- proyecta refinados círculos tanto en las paredes lisas de blanco inmaculado como en las de bloques de termoarcilla. Sin duda alguna, El Tártaro presume de un buen aislamiento, tanto térmico como acústico. Además, se aprecia a simple vista la amplia separación entre mesas, algo que siempre es de agradecer.
Las mesas redondas de El Tártaro resultan perfectas para disfrutarlas en grupo. No hay nada mejor para mantener una conversación distendida que compartir con el resto de comensales una excelente degustación. ¡Lo que nos gusta en España sentarnos alrededor de una buena mesa! ¡Y la siesta! ¡Eso también!
¡He aquí la mesa donde nos sentamos los cucharetes! Por supuesto… ¡Redonda! Considero que, sin tener en cuenta el exclusivo reservado que os mostraré en las próximas fotografías, es la mejor del local, pues tienes vistas al exterior desde este improvisado y coqueto balcón. ¡Perfecto para lanzar el chupinazo que marcó el inicio del espectáculo gastronómico que nos sedujo aquella noche! Quizás no resulta tan famoso como el que se lanza el día 6 de julio de cada año a las doce del mediodía desde el balcón de la casa consistorial de Pamplona para señalar el inicio de las fiestas de San Fermín, pero ya os digo yo que un chupinazo cucharetero bien merece un buen balcón.
Como tercera estancia del Restaurante El Tártaro, destacaría este elegante y exquisito espacio reservado que da cabida a 12 ó 16 personas. De aspecto distinguido, sigue la estética del restaurante, sin perder un ápice de su singularidad. Resulta perfecto tanto para una cena en familia como para una comida de trabajo, así como para una convocatoria de prensa y un sinfín más de posibilidades, ya que está perfectamente aislado del resto de comensales -aunque no está herméticamente cerrado, ya que se accede al espacio a través de un biombo de madera situado en una de sus esquinas-.
Estanterías metálicas, a juego con los taburetes de la sala “club”, custodian parte de la bodega de El Tártaro -de unas 45 referencias- en uno de los extremos del reservado, que he de decir que está muy ajustada de precio. De modo que podemos encontrar vinos reconocidos desde los 12 €/botella, con un gran abanico de posibilidades por debajo de los 20 € -en blancos incluso por debajo de 10 €-. Al igual que podemos pegarnos el lujo de un Valbuena Reserva o regar nuestra velada con Don Perignon. ¡Está claro que El Tártaro se ideó para que lo puedan disfrutar todos los bolsillos! No recuerdo haber visto una botella de vino a 9 € en un local de esta categoría en Madrid desde hace muuuuchos años… ¡Me encanta!
¡Comenzamos la cena! Preparaos para mantener las papilas gustativas a buen recaudo, porque con algunas imágenes os aseguro que se retorcerán “de dolor” -como las ostras cuando les hechas limón para aderezarlas- al ver que no pueden saborear lo que ven. ¡Fantástica cena cucharetera en El Tártaro de Velázquez! ¡Vamos allá!
En esta ocasión nos juntamos siete cucharetes: Sara y Javi (los infotografiables, son como las tribus indias que creen que una fotografía les captura el alma de por vida), Elena y Óscar (que ya nos han acompañado en otras aventuras cuchareteras), FlashBack, Ninillas y un servidor. Hay que dar gracias también al servicio de aparcacoches de El Tártaro, pues soluciona el problema que conlleva trasladarse en vehículo particular -la mitad de nuestro equipo pudo disfrutarlo amablemente-.
La carta del Restaurante El Tártaro cumple perfectamente su objetivo: “enamora a primera vista” -afinada y cuidadosamente estructurada-. Entre sus más de 20 entrantes -fríos y calientes-, sus 6 carnes y sus 6 pescados se observa que la nomenclatura de los platos lleva una señal implícita e inequívoca: ¡Aquí se cocina como antaño! Y es que una vez que he cenado allí, puedo garantizar que detrás de los fogones hay una persona con mucha mano en la cocina, porque ya os adelanto que hemos probado unos platos de cuchara que serán la envidia de muchas abuelas madrileñas… ¡Madre mía que riquísimos estaban los Callos a la madrileña! (Ya lo he dicho, no he podido contenerme…)
A parte de las entradas de la carta, no tienen inconveniente alguno en elaborar diferentes y variados menús para grupos siempre a gusto y petición del cliente. Además, nos brindan un Menú Especial a 29 € -de lunes a domingo a mediodía-, otro Menú Nocturno a 19,90 € -de domingo a jueves noche-, un Menú Gastronómico a 45 € -sábados y domingos, cada fin de semana dedicado a una región de España- e incluso… ¡Y ATENTOS AHORA!
Un Menú Infantil ¡GRATIS! ¡Sí! ¡Sí! ¡GRATIS! ¡Tal y cómo lo habéis leído! -los sábados y domingos al mediodía para niños y niñas de hasta 12 años-, que incluye una cuidadora en la zona “club” para que los padres puedan disfrutar de una sobremesa tranquila. ¡SENSACIONAL! ¡Viva El Tártaro! ¡Esto es para enmarcarlo!
La cocina del Restaurante El Tártaro se define a sí misma como mediterránea tradicional de temporada, sin descuidar lo más mínimo la calidad de la materias primas -por matizar con un ejemplo, todos los pescados son del día y salvajes, ninguno proviene de piscifactoría, algo que pudimos comprobar en primera persona en nuestra lubina y nuestra merluza, fantásticas ambas-. Ni qué decir tiene que los postres son todos caseros e incluso los helados son artesanos. Así mismo, el servicio es muy amable e intenta complacerte en todo momento, comenzando por el maître, D. Ángel Martín, que veréis más adelante en un vídeo preparándonos el Steak Tartar de solomillo de buey. ¡Un plato exquisito que en El Tártaro te preparan en la mesa aledaña! Por supuesto… ¡Lo grabamos!
Siendo de Pontevedra tenía que elegir un albariño de O Rosal, ¡faltaría más! Así que cayeron dos botellas de Terras Gauda 2010, un vino complejo aunque perfectamente estructurado elaborado a partir de una sabia mezcla de variedades autóctonas: albariño, caiño blanco y loureiro. Viene siendo el buque insignia de esta bodega de la D.O. Rías Baixas. ¡Nunca me ha defraudado!
Después de un aperitivo a base de Tostas con caponata y huevo de codorniz -muy ricas por cierto- que os muestra Ninillas en su sección, y de haber elegido los panecillos individuales -dos por persona (semillas de amapola, sésamo y cereales)-, llegó a la mesa el primero de los entrantes: Anchoas del Cantábrico. Fijaos en el tamaño de la ración, no creáis que El Tártaro va de “minimalista” en ese aspecto, porque la ración salta a la vista en la fotografía -¡salta incluso al paladar!-. ¡Sabrosísimas! ¡Unas anchoas de primera! Tremendamente suaves y tiernas, combinadas perfectamente con la mermelada de tomate que las acompaña. Un plato que elaboran ellos mismos con un producto de gran calidad, no hay que ser un experto para darse cuenta de ello…
Elena os muestra otra joya de El Tártaro, su exquisito Jamón ibérico de bellota Dehesa de Extremadura. Un producto muy bien curado, con ese toque que sólo poseen las mejores piezas. La ración como veis, muy generosa también. Para mí, el jamón ibérico de bellota es uno de los mejores manjares del Mundo. ¡Eh! ¡Pero si es tan bueno como éste de El Tártaro! Probadlo, no os defraudará. ¡Os vais a olvidar de que va acompañado de picos!
Flashback sostiene la Ensalada Tártaro, que se presenta sobre una enorme bandeja con escarola, lechuga de roble, ventresca, anchoas, pimientos asados con cebolla y espárragos. Los espárragos, por supuesto ¡COJONUDOS! Ya sabéis la historia, ¿no? Os la cuento en un “plis” que es realmente buena:
Unos productores de espárragos de La Mancha enviaron una lata de sus mejores espárragos al rey don Juan Carlos. ¡Los más grandes! Después de una semana, deseaban conocer qué le habían parecido estos espectaculares espárragos a su Majestad, así que llamaron a la Casa Real para saber si le habían gustado, y la persona que les atendió al teléfono les dijo:
- Su Majestad el Rey ha dicho que los espárragos estaban “cojonudos”.
- ¿Textualmente?
- Sí, sí, eso dijo, textualmente.
- ¿Podemos contarlo?
- Hombre, si quieren…
De ese modo tan pintoresco empezaron a comercializare este tipo de espárragos con el nombre de “Cojonudos”, con un subtitulo debajo que ponía: “Palabra de Rey”. Pero sus productores cometieron un error de marketing empresarial garrafal, no registraron la marca, así que, ante la fama que adquirió este tipo de espárragos extra grandes, hoy en día muchos se etiquetan con este nombre. ¡Cojonudos!
¡Riquísimas estas habitas que veis en la fotografía! Se trata de un Estofado de habitas con yemas de espárragos y chipirones. El jugo del guiso estaba sensacional, tremendamente meloso y sabroso. Un plato de cuchara que sorprende por lo bien ligado que está. Como diría Ninillas… ¡Imprescindible!
Me toca mostraros unos Callos a la madrileña que consagran al Restaurante Tártaro en el limbo de los callos a la madrileña. ¡Creo que no los he probado mejores en mi vida! O si lo he hecho… ¡No lo recuerdo! ¡Abuela! ¡Has vuelto! Lo primero que sentí fue la misma sensación que recorrió el paladar de Anton Ego en Ratatouille, cuando el crítico regresa al pasado en un flashback y se enternece simplemente con la primera cucharada del exquisito manjar preparado por la ratita Remy. ¡No os podéis ir de El Tártaro sin probar los callos a la madrileña! ¡Palabra de Cucharete! ¡Sensacionales!
Muy buenos los Berberechos al vapor de Albariño -incluso con sólo leer el nombre ya te imaginas de antemano que van a estar ricos, ¿verdad?- Una ración muy generosa y, además, muy bien de precio -15 €- Os lo dice un gallego de pura cepa que ha comido muchos por las tierras de las Rías Baixas. Un par de berberechos por aquí… Un traguito de Terras Gauda por allá… ¡Y continuamos “tartareando”!
Fijaos en el formidable tamaño de las piezas, el dedo que coge la concha en mi dedo gordo -el mismo al que le cuesta entrar en el agujero de las bolas de 13 Kg. en la bolera- ¿Os gusta el Bowling a vosotros? ¡Probad los berberechos de El Tártaro y veréis como echamos una partida repletos de energía!
Otra vianda estrella del Restaurante El Tártaro es su Steak Tartar. Además… ¡Te lo hacen al momento allí mismo! ¡A tu gusto! Os lo explica muy detalladamente Ninillas en su sección, por lo que no voy a repetir la transformación que sufre, simplemente fijaos qué elegante llega a la mesa antes de ser estrujado una y otra vez por las manos expertas de D. Ángel Martín durante el proceso creativo. ¡Con una yema perfectamente intacta sobre la carne!
En una mesa aledaña comienza el espectáculo carnívoro ligando los primeros ingredientes sobre un cuenco refrigerado por hielo para que la salsa vaya cuajando… Al finalizar todo el proceso, D. Ángel Martín te lo da a probar para ver si está a tu gusto o lo prefieres un poco más suave o más picante. ¡Un lujo!
¡Mejor os dejo con un vídeo que grabé allí mismo! Acabo de verlo de nuevo enterito y ya no encuentro el momento de regresar a El Tártaro para revivir en directo la experiencia. ¡Riquísimo estaba! Uno de los puntos fuertes de este restaurante, es su cocina en vivo para platos de este tipo, algo que por desgracia se está perdiendo en prácticamente todos los locales madrileños…
A “media jornada” cambiamos el blanco por un tinto con 13 meses de crianza en barrica que despertó mi atención en la carta, un tinto completamente desconocido para mí de la D.O. Madrid: Un V de Valmores 2006 a base de cabernet sauvignon, syrah y merlot de un pequeño valle de la Alcarria de Madrid: Nuevo Baztán. Resultó ser un vino equilibrado y muy bien estructurado, he de decir que me sorprendió gratamente, destacando la madera y la fruta sin colmar su intensidad. ¡Repetiré este tinto en más ocasiones! ¡Sin duda!
La vianda que Óscar os presenta a continuación es la Lubina con crema de cítricos. ¡Excelente materia prima! Una lubina salvaje acompañada de tiernas alcachofas sin hebras que se cubría con una crema de cítricos excesivamente protagonista para mi gusto. Soy reacio a dar tanto énfasis a una salsa cuando la materia prima principal es de primera calidad. Aunque muchos me diréis que no hay otro método posible para disfrutar de nuevos sabores en cojunto, pero cierto es que cuando la salsa es potente -cítricos en este caso-, no es admitida con gracia por todos los paladares.
Todo lo contrario he de decir en el caso de esta fantástica Merluza con salsa de hongos en la que la guarnición de patatas pasaba desapercibida debido al exquisito sabor de la protagonista del plato. “Observad detenidamente” el plato porque, por desgracia, no podéis probarla… ¡Todos coincidimos en que estaba de lujo! La salsa en este caso le va como anillo al dedo, toda la mesa se puso de acuerdo. La calidad del pescado… ¡La mejor!
Muy buenas también las Milhojas de solomillo de buey con foie y reducción de Pedro Ximénez. Quizás la vianda no sorprenda en presentación, pero sí que sorprende con su sabor, a decir verdad, el resultado en el paladar era de sobresaliente.
Aquí me tenéis de nuevo con la Suprema de pato con salsa de mostaza antigua. ¡Esto es un clásico! ¡Y tan rico como antaño! Valoro mucho los sabores de El Tártaro, no se andan por las ramas cuando de la calidad de la materia prima se trata. Quizás pueda mejorarse la presentación de algunas viandas, pero dudo mucho que puedan mejorar su sabor. Las manos que manejan los fogones tienen mucha experiencia con los sabores, algo que valoro muchísimo más que el montaje de los platos. Los callos a la madrileña ya os comenté que ¡son de premio!
Elena os presenta el Solomillo de cerdo ibérico con ajetes y trigueros. Un carnívoro como yo poco puede decir de una vianda como ésta, pues cuando la carne está a la altura de lo esperado, como es el caso, la satisfacción es plena. Quizás hubiese prescindido de tanta guarnición sobre la carne para redondear el plato, pero si os fijáis en la imagen, el tamaño de la ración es muy generosa.
Llegamos a los postres con los estómagos repletos y con poco hueco -como diría José Mota en estos casos: “Tú dame hueco, que yo ya…”-, pero a sabiendas de que eran todos ellos caseros y que había muchas “cucharas” -o mejor dicho, cucharetes- en la mesa para “mojar”… nos decantamos por cinco de ellos, más que nada ¡para tapar el “gap”! si hablamos en términos bursátiles -que tanto sale estos días en las noticias con lo famosa que se ha hecho la prima de riesgo-. Os dejo un primer plano del Volcán de chocolate con helado de mandarina y zanahoria. ¿Habéis leído bien? ¡Helado de mandarina y zanahoria! ¡Riquísimo! Y muy cremoso…
Las Milhojas sobre crema de frambuesas le encantaron a Elena. Se presentaban rellenas de nata y crema pastelera. Yo repetiría esta sobremesa, fue de los postres que más me gustó, aunque había comentarios contrarios en la mesa, había gustos que las encontraban pesadas, aunque no me extraña… ¡Después de semejante cena!
La Tarta de queso con frutos rojos quizás sea un postre más popular. Pero al ser casero lleva siempre la “marca” del cocinero. En este caso ese “secreto” estaba bien rico. Una porción cremosa y sabrosa de la que no quedó ni un solo dadito sobre el plato. ¿Eso es que estaba bien buena, eh?
FlashBack os enseña uno de los helados más raros que probé en mi vida: ¡El rojo que sale en la fotografía! La sobremesa se presenta como un Surtido de helados artesanos, vienen tres bolas -enormes-, pero las que ganan el primer premio son dos, la de yogur y la de vino. ¡Helado de vino! ¿Lo habéis probado alguna vez? -aunque su sabor se familiarizaba con el de frutos del bosque, pues también forman parte de sus ingredientes-. ¡Muy cremosos los helados artesanos de El Tártaro! ¡Sí señor!
Por supuesto, pedimos también una Filloa rellena -de crema pastelera-. Si es que es verla en la carta e írsete la mano… ¡Muy buena! Quizás no sea una sobremesa especialmente ligera -podéis estar pensando algunos-, pero un gallego como yo no se lo piensa dos veces.
Terminamos la magnífica velada con una infusión para Elena y unos cafés muy sabrosos para el resto de comensales, cada uno de su padre y de su madre (con leche, sólo, cortado, largo… ya sabéis cómo es esto) -que llegaron a la mesa acompañados de unas pastitas-. Se ve que la gerencia de El Tártaro no sólo cuida las materias primas de sus platos, tampoco ahorra en el café. ¡Eso me gusta!
¡Era tan tarde que nos dieron las uvas! Así que… ¡Ya no había prisa por llegar pronto a casa! Por lo que, como buenos cucharetes que somos, nos decidimos a probar la zona “club” con fundamento, bien probada. Además… ¡El sofá Chéster que nos había seducido a la entrada estaba libre en ese momento! ¡A por él que nos fuimos de cabeza! La barra de El Tártaro está presidida por Omar -gran barman como pudimos comprobar en directo-, y ofrece una carta de cócteles a la que acompañan las mejores ginebras premium, vodkas, whiskies y rones.
Teníamos tiempo de sobra, pues la barra permanece abierta desde las 10:00h de la mañana hasta las 2:00h de la madrugada -2:30h los fines de semana- (Como podéis ver, con el extenso horario de apertura, ofrece incluso desayunos, que acompañan de bollería francesa elaborada artesanalmente, así como cafés gourmet 100% arábiga y una extensa selección de pinchos fríos y calientes que resultan perfectos para acompañar una Mahou bien fresquita a medio día o media tarde. ¡El Tártaro está a tu disposición todo el día! ¡Wow!
En mi caso opté por el excelente Mojito -muy bien preparado por Omar- que veis en la imagen. Los cócteles con alcohol son a 10 € y los sin alcohol a 6 € -para la zona en la que estamos están muy bien de precio-. Los gin tonics oscilan entre los 9 y los 16 € dependiendo de la ginebra que solicites, y pueden combinarse con Fever Tree, Schweppes, Fentimans y Q-Tonic.
Como podéis ver, conquistamos el Chester -foto cortesía de Sara y Javi-. Que al estar iluminado indirectamente con focos y flexos de diseño, parecía que nos encontrábamos en medio de una sesión fotográfica de estudio -en la que fallaban “los modelos”, por supuesto-.
Una velada para el recuerdo en un restaurante cuya filosofía radica en ofrecer al cliente la hostelería tradicional, protegiendo sobremanera la calidad de las materias primas, una vuelta a los sabores que conseguían nuestras abuelas después de haberse pasado toda la mañana metidas en la cocina, un flashback de los platos de antaño presentados en un espacio moderno con elegancia y sencillez.
Sin duda alguna, el Restaurante El Tártaro se incluirá en mi lista de favoritos. Y no creo que tarde ni una semana en volver al número 102 de la calle Velázquez a pedir una ración de callos a la madrileña que quita el hipo. ¡Palabra de Cucharete!
Ninillas: No hace falta más que darse una vueltecita por el centro de Madrid para percatarse de que la Navidad está a la vuelta de la esquina. Tres días antes de fecha tan señalada los “Niños de San Ildefonso” llevarán la alegría en forma de billetes a muchos hogares -esperemos que a los cucharetes nos lleven de macrocena- y grandes dosis de salud y buenas intenciones al resto. Y probablemente, siguiendo la tradición, un montón de madrileños acudirán a sus cenas de empresa o simplemente de amigos. A los cucharetes, ya nos conocéis, dadnos la más mínima excusa y en un “tris” planificamos una cena, de modo que una reunión en torno a una buena mesa antes de Navidad no nos la iba a quitar nadie. Ya teníamos excusa para juntarnos de nuevo, nos faltaba el lugar, pero para eso tampoco hubo problema y nos decidimos rápidamente por un restaurante de nueva apertura en Madrid -cuenta con tan sólo dos meses de vida- que estoy convencida de que os va a encantar.
Ubicado en la Calle Velázquez 102, en pleno corazón del Barrio de Salamanca, el Restaurante El Tártaro no pasa desapercibido para ningún viandante que se acerque a sus dominios pues, a pesar de las fechas en las que nos encontramos, su agradable terraza invita a sentarse en una de sus fantásticas sillas de cuerdas a la luz de sus velas y al abrigo de sus cálidas “setas”.
Los toldos y manteles rojos marcan el “Territorio Tártaro”, que a buen seguro estará repleto de comensales una vez llegue la temporada primaveral y las buenas temperaturas animen a comer o cenar al aire libre y es que, esta elegante terraza, promete muy buenos momentos. Aunque gracias al calorcito que proporcionan las estufas calefactoras, aquella misma noche pudimos ver cómo dos parejas disfrutaban de la cocina de El Tártaro a la luz de la luna en pleno invierno. ¡Un lujo!
Ya en su interior, el Restaurante El Tártaro nos recibe con una selección de “collages” firmados por Rubén B., quien se define a sí mismo como un amateur profesional además de apicultor y creativo que trabaja con abejas, palabras, gráfica y libros. Poco más os puedo contar de él, pero lo que sí es cierto es que los “collages” de este arquitecto, aparejador y profesor, no me dejaron indiferente y me sedujeron sobremanera. ¡Os animo a que les echéis un vistazo! ¡Merecen la pena!
El Restaurante El Tártaro cuenta con dos ambientes bien diferenciados, uno en la planta inferior al que han denominado “club” y otro subiendo a la planta superior donde disfrutar de su cocina sentado a una de sus mesas. Dos plantas con planteamientos distintos, pero con un fin común, el hacer que el visitante se encuentre a gusto según la hora del día.
El “club” está presidido por un enorme y excepcional espejo que ya quisiera yo para mi closet. Se nos presenta como una especie de “ojo que todo lo ve y en el que todo se refleja”, y por el que va pasando la vida de El Tártaro. Sin duda, esta fantástica pieza es el alma de este espacio con aires de loft neoyorkino, donde los aires retro y vintage se dejan sentir.
Sobre suelo de microcemento, reposa el espléndido sofá Chester en negro acompañado por unas rehabilitadas sillas de los años 50 que no hacen sino que marcar aún más ese ambiente informal y al mismo tiempo clásico del “club”, un sitio perfecto para pasar un rato agradable que se presta ya sea tanto para para una charla tranquila como para la toma de las primeras copas de la noche.
El “club” permanece abierto desde las 10:00h de la mañana hasta 2:00h de la madrugada los días de diario y hasta las 2:30h los fines de semana, por lo que, como podéis imaginar, a lo largo del día son muchos los momentos en los que podréis disfrutar de él. Puedes empezar tomando un rico desayuno a base de bollería francesa elaborada artesanalmente acompañado por un excelente café gourmet 100% arábiga, continuar al mediodía con unas cañitas bien tiradas de Mahou seguidas de unos pinchos, ya sean fríos o calientes -sus precios oscilan entre los 3 y los 5 €- para ir abriendo boca o, por qué no, para hacer una comida informal, se puede volver a pasar en el after work para disfrutar de unos ricos cócteles elaborados al momento por Omar o, sencillamente, cenar tranquilamente en su restaurante y acabar la noche con unos gin-tonics sentado en una de sus fantásticas sillas “enlatadas”, como hicimos nosotros.
Los primeros en llegar aquella noche a nuestra cena de Navidad fuimos Elena, Rayo y la que escribe, de modo que, mientras Rayo iba haciendo sus fotillos captando todos y cada uno de los rincones del Restaurante El Tártaro, Elena y yo nos tomamos un rico y potente vermut -6 €- que Omar nos elaboró con Martini, naranja, limón, hierbabuena, sifón y un puntito de ginebra. La verdad es que al menos yo, con este vermut empecé a entonarme. ¡Estaba mortal!
Subiendo por una escalera de hierro, donde el resonar de los tacones te va acompañando durante la travesía, se accede al segundo ambiente del El Tártaro, el restaurante propiamente dicho. Un espacio en el que la simplicidad y elegancia son el santo y seña. Paredes de un blanco inmaculado iluminan la estancia acompañadas, eso sí, por halógenos estratégicamente dirigidos y unas lámparas en tonos castaños que rompen esa monocromía.
En esta zona, las paredes se nos presentan desnudas sin que nada ni nadie rompa la sencillez de la sala, únicamente los bloques de termoarcilla en color blanco que visten todo un lateral se atreven a alterar levemente esa pureza. El resto de la sala se llena con unos techos oscuros que proporcionan profundidad y un suelo de madera que siempre consigue llenar los espacios con la calidez necesaria.
El Restaurante El Tártaro tiene capacidad para albergar a 85 comensales que podrán acomodarse en mesas de dos, cuatro y seis comensales, aunque, por supuesto, si el número de visitantes se amplía no hay inconveniente alguno. En la imagen que os muestro a continuación, aparece la mesa donde cenamos nosotros con unas magníficas vistas a la calle, y también a la fantástica lámpara que llena de personalidad al “club”.
Las mesas se visten con mantelería en color gris perla y bajo-mantel blanco, acompañados por una cristalería WMF y por una vajilla y cubertería acordes a la categoría del restaurante que nos ocupa. Las sillas de piel en tono chocolate ponen la nota de color al conjunto. En la mesa no hay velas, ni flores, ni absolutamente nada de nada que no sea necesario. Da la impresión de que han querido prescindir de lo superfluo y desean que quien se siente a una de sus mesas vaya decidido a disfrutar de lo realmente importante: su cocina y la compañía que cada cual se proporcione. Desde luego, bajo mi humilde opinión, lo han conseguido.
Al fondo del comedor, un biombo nos pone sobre aviso de que el Restaurante El Tártaro tiene una pequeña joya que no desea mostrar a todo el mundo. La joyita en cuestión, no es otra cosa que un reservado con capacidad para 12-16 comensales perfecto para reuniones, ya sean de negocios o de amigos, donde se requiere un plus de intimidad.
Preside la zona del reservado parte de la bodega del Restaurante El Tártaro. Una selección de caldos con una línea clásica donde hay que destacar los precios tremendamente competitivos de sus referencias, así como el hecho de que se puede pedir champagne y cava por copas. Pero al margen de su bodega, no podéis negarme que esta sala del reservado es un auténtico lujazo para disfrutar de una fantástica cena lejos de miradas indiscretas y con total privacidad.
Pero vamos a ir metiéndonos en faena que, como podréis imaginar, va a ser larga. El Restaurante El Tártaro nos presenta una cocina mediterránea tradicional que evoluciona con las estaciones. Una vuelta a lo de toda la vida, pero en un espacio de hoy. Su carta nos ofrece una selección de Entrantes fríos, Entrantes calientes, Pescados y Carnes, donde prima la calidad del producto y mimo en su elaboración. Además de su carta, El Tártaro nos ofrece una gran variedad de menús que comienzan, como no podía ser de otro modo, con un Menú del día a 16,50 € disponible de lunes a viernes a mediodía. Otra alternativa puede ser lo que han denominado Menú Especial -29 €- que se ofrece también a mediodía, pero en esta ocasión todos los días de la semana. Para las noches de domingo a jueves el Menú Nocturno a 19,90 € puede ser una gran opción. Y ya en plan homenaje, se puede optar por el Menú Gastronómico a 45 € disponible los sábados y domingos, con el aliciente de que, cada fin de semana, se confecciona con platos típicos de una región concrete de España. Por supuesto, no olvidan los clásicos Menú de Grupo, aunque ellos prefieren que sea el propio cliente quien los seleccione según sus gustos.
Dadas las fechas en las que nos encontramos, y debido a la cantidad de correos que recibimos solicitando restaurantes que abran sus puertas en citas tan señaladas, os puedo decir que el Restaurante El Tártaro ofrece un fantástico Menú de Navidad el día 25 de Diciembre a mediodía a 50 €. Para la cena de Nochevieja, dos opciones: Menú sin cotillón a 60 € y Menú con cotillón a 90 €, que incluye barra libre y chocolate con churros a las cinco de la madrugada. ¡Ahhhhhhhh! ¡Se me olvidaba! Disculpadme, pero me dejaba uno de los menús que más van a gustar a la parejas con niños: el Menú Infantil. Veréis, los fines de semana, las parejas con niños pueden disfrutar de una comida a la carta y sus hijos -hasta 12 años- de un original Menú Infantil totalmente ¡Gratis! Los niños… Se entiende. Es decir, los padres pagan, pero los niños no. Además, en la zona del “club” disponen de una cuidadora donde los niños podrán jugar mientras los papis disfrutan de la sobremesa tranquilamente. ¡Esto sí que es un auténtico lujo!
En fin, la cena está a puntito de comenzar. El pan ya está en la mesa y podéis elegir entre pan de semillas de amapola, de sésamo, de cereales o chapata. ¿Con cuál os quedáis?
Para abrir boca empezamos con este aperitivo cortesía de la casa, compuesto por un Tosta con caponata y huevo de codorniz. Una excelente opción para inaugurar gastronómicamente el Restaurante El Tártaro.
Empezamos el desfile de viandas con estas Anchoas del Cantábrico elaboradas por el propio restaurante que, sin duda, eran de primavera, dada la suavidad y sabrosura que presentaban. Estaban riquísimas, y más aún al comerlas sobre la tosta untada con mermelada de tomate ¡Uhmmmmmmmmmm! No lo pienso más… ¡Imprescindibles!
Continuamos con este Jamón ibérico de bellota Dehesa de Extremadura. Con sólo probarlo me quedó claro el porqué Extremadura es el paraíso del cerdo ibérico. Sencillamente delicioso, bien curado y pleno de sabor. Y, por si fuera poco, al igual que pasó con las anchoas, la ración era muy generosa.
Para desengrasar nuestra cena no podía faltar sobre la mesa una ensaladita, en concreto optamos por esta Ensalada Tártaro que os muestro a continuación y que constaba de escarola, lechuga de roble, ventresca, anchoas, pimientos asados con cebolla y espárragos cojonudos. La aliñamos con un buen aceite de oliva virgen extra, vinagre y sal, y nos servimos los siete que estábamos sentados a la mesa. ¿Qué quiero decir con esto? Pues que las raciones en El Tártaro son generosísimas, sólo tenéis que ver el plano general mostrado en la sección de Rayo para daros cuenta de lo que hablo.
Os hablaba hace un ratito de que, en el Restaurante El Tártaro, pretenden hacer de su cocina una vuelta al pasado, a los guisos tradicionales tan presentes en las mesas de antaño, y el siguiente plato que os muestra Óscar es un claro ejemplo de lo que hablo: Estofado de habitas con yemas de espárragos y chipirones. Os podría decir muchas cosas de esta vianda, pero de poco sirve, salvo que era una maravilla de estofado con el guiso perfectamente ligado y meloso. Vamos… Un imprescindible.
Y para los días de frío que se nos avecinan, qué mejor que un buen plato de Callos a la madrileña. En concreto, los que te sirven en el Restaurante El Tártaro son espléndidos, bien podrían haber sido los que cocinara cualquier madre o abuela en sus fogones. De nuevo, otro imprescindible para la saca.
Llega el turno de estos Berberechos al vapor de Albariño. El caldito estaba para tomar la cuchara y no dejar una gota. En cuanto a los berberechos, molusco denostado por muchos y adorado por mí, eran de excelente tamaño -sólo hay que ver el primerísimo plano que Rayo os muestra en su sección- y la ración, nuevamente, generosísima.
En este punto de la cena, Don Ángel Martín -metre de El Tártaro- empezó a montar un particular monumento en la mesa de al lado. No entendíamos muy bien qué iba a hacer, así que le preguntamos, y su respuesta fue: “Elaborar el Steak Tartar. En este restaurante se prepara al gusto y a la vista del comensal”. Es decir, te lo dan a probar y, si lo quieres más picante, pues más picante. El proceso en vídeo os los muestra Rayo en su sección, yo os lo voy a explicar de “boquilla” como decía mi abuela:
Ingredientes: solomillo de buey recién picado, yema de huevo, mostaza, coñac, aceite de oliva virgen extra, cilantro, pepinillo, alcaparras, clara de huevo cocido, anchoas, Perrins y tabasco.
Elaboración: ponemos en un cuenco sobre hielo la mostaza y la vamos ligando con aceite de oliva virgen extra como si fuera una mayonesa. A continuación, se añade un puntito de coñac para conseguir que el steak tartar esté suave al paladar, si se desea un sabor más potente se añada más coñac y listo. Continuamos poniendo un poquito de Perrins y tabasco para ir repartiendo el picante en la salsa, y se vuelve a remover. Separamos la yema que viene servida sobre el solomillo de buey picado y la reservamos. Echamos la carne picada sobre la salsa y la abrimos, y es en ese momento cuando sazonamos y añadimos el cilantro, el pepinillo, las alcaparras, la clara de huevo cocido y las anchoas. Vamos mezclando bien la carne con la salsa de manera que se va envolviendo la carne en la salsa una y otra vez. Una vez que la carne se ha impregnado bien de la salsa, aplastamos bien la carne con la cuchara y el tenedor para que todos los ingredientes que hemos ido añadiendo se vayan troceando y distribuyendo bien en la carne picada. Por último, le sumamos la yema de huevo y se revuelve bien, consiguiendo así compactar el steak tartar.
Finalmente, y ahora viene lo mejor… ¡Hay que probarlo! De eso me encargué yo, y también me encargué de darle el visto bueno, mejor dicho, buenísimo. Luego, Don Ángel lo emplató y Elena os lo muestra una vez terminado todo el proceso en la siguiente imagen. Ahí lo tenéis: Steak Tartar de solomillo de buey. Si sois aficionados, no lo dudéis, es una apuesta segura, sobre todo porque el toque definitivo lo decides tú.
Aquí os muestro un primerísimo plano del Steak Tartar de solomillo de buey, donde podemos apreciar la calidad de la carne y todos y cada uno de sus ingredientes. Por cierto, el Steak Tartar traía una ensalada de guarnición y unas tostaditas de pan para untarlo.
Acompañamos los entrantes con dos botellas de Terras Gauda 2010, un albariño carnoso que no defrauda nunca, o al menos a mí no me lo hace.
A continuación, continuamos con los platos principales empezando por esta Lubina con crema de cítricos. Traía una guarnición de alcachofas muy tiernas y sabrosas, pero de la lubina no puedo decir lo mismo, y no por el pescado, que se notaba fresco y de gran calidad, sino por la salsa de cítricos que me resultó excesivamente fuerte, y al ir bañando toda la lubina lo que se conseguía no era realzar su sabor, sino enmascararlo totalmente. A mí no me convenció.
FlashBack os presenta la Merluza con salsa de hongos, al igual que la lubina, estábamos ante una merluza de gran calidad, pero a diferencia de la anterior esta salsa de hongos resultaba exquisita, con lo que a cada bocado la merluza iba ganando enteros. Sin duda, un imprescindible.
Las Milhojas de solomillo de buey con foie y reducción de Pedro Ximénez hicieron las delicias de todos los allí presentes, pero gustó sobremanera a Elena y a mí. Es un plato que no atrae visualmente, pero estaba riquísimo y, al probarlo en el paladar, se apreciaban todos y cada uno de sus ingredientes, entre los que resaltaba -cómo no podía ser de otro modo- la gran calidad tanto del solomillo de buey como del foie.
El siguiente plato es un clásico, pero… benditos clásicos. Se trata de una Suprema de pato con salsa de mostaza. El “pero” que se le podría poner a este plato es su presentación, pero hasta para ello tienen solución en el Restaurante El Tártaro, ya que se puede indicar a cocina que las salsas se prefieren a parte.
El Solomillo de cerdo ibérico con ajetes y trigueros también dejó claro la ternura y sabrosura de la carne con la que estaba elaborado el plato, desde luego, éste fue el preferido por los comensales más carnívoros, aunque nuevamente yo habría optado por dejar la ración más limpia y hubiera colocado la guarnición a un lado.
Los cursos principales los regamos con un V de Valmores 2006 de la D.O. Madrid que en su fase olfativa no colmaba nuestras espectativas y que, sorprendentemente, en la fase gustativa nos convenció a todos por unanimidad. ¡Todo un descubrimiento este tinto madrileño!
El Restaurante El Tártaro nos presenta una carta de postres con siete entradas, todos ellos caseros y cuyos precios rondan los 6 €. Nosotros estábamos servidos, pero la verdad es que una cena sin postre no es una cena y, además, para el dulce es como si siempre quedara hueco. El primero de los postres que llegó a la mesa fue este clásico Volcán de chocolate con helado de mandarina y zanahoria del que nos sorprendió tremendamente el sabor del helado, muy original, nunca lo había probado y me encantó.
Elena os presenta unas Milhojas sobre crema de frambuesas, las milhojas en cuestión iban rellenas de nata y crema pastelera. Estaban muy ricas, aunque para mi gusto es un postre más bien para compartir, como hicimos nosotros, pues sólo hay que ver el tamaño que tienen, y para uno sólo pueden resultar algo empalagosas sino eres muy goloso.
La ración de Tarta de queso con frutos rojos fue nuevamente generosísima, como todos los platos en el Restaurante El Tártaro, y se notaba que era casera al 100%. Me encantó.
El Surtido de helados artesanos venía servido sobre una tulipa de galleta y, dentro de él, tres helados de diferentes sabores aunque, sin duda los que más nos sorprendieron fueron el de yogurt y el de vino con frutos del bosque. Sí, habéis leído bien, de vino. Ambos estaban deliciosos, consistentes y al mismo tiempo cremosos. En definitiva, unos helados artesanos de grandísima calidad.
Otro de los postres que convenció por unanimidad fue esta Filloa rellena de crema pastelera, como podéis apreciar en la imagen era enorme, pero lo importante en este caso no era su tamaño -aunque ni qué decir que el tamaño sí importa-, sino su sabor. Uhmmmmmmmmmmm…
La sobremesa se acompañó con unos cafés solos, otros con leche, alguna que otra infusión -todos a 2 €- y, por supuesto, de una agradable conversación en la mejor de las compañías. Desde luego, la cena de Navidad cucharetera había transcurrido tal y como habíamos imaginado: ¡Estupendamente!
Pero la noche era joven y nosotros, aunque no tanto, el espíritu lo tenemos casi de niños, así que la decidimos que aquello no podía acabar tan pronto y nos pedimos unos cócteles en el “club”, entre ellos había Mojito, G’ Vine con Fever Tree, Citadelle con Fentimans, Mai Tai, San Francisco y el que os presento a continuación, un Daikiri de fresa. Todos ellos elaborados con mucho mimo por Omar, el coctelero de El Tártaro.
Los precios de los cócteles dependen de si son con alcohol -10 €- o sin alcohol -6 €-, en cuanto a los gin-tonics, van desde los 9 € a los 16 €, dependiendo de la ginebra y de la tónica seleccionadas. Aquí os dejo con Elena y una servidora alzando nuestras copas. La mía, una G’ Vine con Fever Tree. Me he aficionado a ella y no la cambio por ninguna, me resulta súper suave.
Por supuesto, no dejé pasar la oportunidad de hacerle una visita al baño, por dos razones: la necesidad y la curiosidad. De modo que ahí os dejo una fotillo. ¡Ah! La otra foto es una silla de lata de las que había en el “club” y que me llamó la atención, me pareció muy retro y tremendamente original.
Antes de finalizar, me gustaría añadir un par de precios que me han quedado en el tintero, como el del servicio, que incluye pan y aperitivos y que está a 2 €, y la botella de agua de un litro, a 4,50 €. Ahora sí, vamos a ir terminando…
Acudimos al Restaurante El Tártaro con la intención de celebrar nuestra cena de Navidad con grandes expectativas, pero sin ninguna referencia por tratarse de un local de nueva apertura. Lo que nos encontramos fue un local concebido como un único espacio preparado para ser vivido en sus diferentes ambientes. Por un lado, su “club”, donde poder disfrutar de su coctelería así como de la oportunidad de poder desayunar o picotear algo gracias a su carta de pinchos tanto fríos como calientes y, por otro, su restaurante, una estancia selecta ideal tanto para una comida de negocios como para una cena íntima con la pareja o una reunión más numerosa de amigos en su reservado. Es en su restaurante donde pudimos saborear una cocina mediterránea tradicional donde caben destacar la gran calidad de sus materias primas así como la elaboración de las mismas y, cómo no, lo que parecía que ya “no se llevaba”, el enorme tamaño de sus raciones, eso sin olvidarnos de que en todo momento fuimos atendidos maravillosamente por un servicio aún un poco despistado, pero con gran predisposición. Así que si me preguntáis si pienso volver al Restaurante El Tártaro, la respuesta es: Por supuesto, sin dudarlo un instante. El Tártaro no merece una visita más, sino muchas más. ¡Acaba de nacer y hay que verlo crecer!
Cucharete: ¡Un nuevo restaurante en el barrio de Salamanca que el equipo de Cucharete recordará con agrado! ¡El Tártaro! ¿Habéis visto el vídeo del Steak Tartar preparado a la vista del comensal? ¡Genial! Al parecer, mis chicos y sus amigos quedaron prendados de sus Callos a la madrileña -además del resto de sus viandas-, así que no tengo duda alguna de que regresarán en breve. ¡En primavera ya me los imagino ocupando la terraza! La verdad, cuando un restaurante cuida con esmero la calidad de sus materias primas, resulta siempre una apuesta segura. Mi equipo cenó por 41 €/persona, siete personas con 7 entrantes, 5 platos principales, 5 postres y 3 botellas de agua. A lo que tendríamos que añadir 2 botellas de vino blanco -a 22 €-, 2 de vino tinto -a 17 €- y 7 cafés e infusiones -a 2 €-. Los cócteles en la zona “club” posterior a la cena oscilaron entre los 6 € -sin alcohol- y los 10 € -con alcohol-, exceptuando el de G’ Vine -14 €-.
Un único espacio concebido como dos ambientes claramente diferenciados. Su reservado para 12-16 comensales. Su vistosa y elegante terraza. Su propuesta gastronómica, basada en una rica cocina mediterránea tradicional de temporada. La vuelta a los sabores de antaño. La preparación de su fabuloso Steak Tartar en vivo con las explicaciones del maître. Sus excelsos Callos a la madrileña. La generosidad de sus raciones, incluidos sus postres. La excelente calidad de sus materias primas. El ajustado precio de sus referencias de vino. Sus cócteles y combinados. Su relación calidad/cantidad/precio. El amable trato del servicio en todo momento. Su separación entre mesas. Menú infantil -para niños de hasta 12 años- gratuito los fines de semana a mediodía, que incluye servicio de cuidadora. Aceptan todos los cheques de comida.
La presentación de algunas viandas, así como pequeñas pinceladas típicas en un local joven que acaba de abrir sus puertas.
4,5
4 comentarios a “El Tártaro”
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Buenos días cucharete:
Os escribo para daros las gracias por la velada que pasamos el viernes pasado cuatro amigo en el restaurante el tartaro.
Todo fue de nuestro agrado y de acuerdo a la oferta de cucharete el vino muy rico los gins estupendos y la comida bastante buena.
El steak tartar buenísimo y que bien lo preparan los camareros profesionales y el sitio muy acogedor con un saxofonista en directo, genial.
Salimos a 35€ por persona con la oferta que es un precio estupendo para lo recibido.
Un saludo Eduardo Martínez.
Buenas tardes cucharete,
Estuvimos en el restaurante TARTARO hace unos días, para celebrar nuestro aniversario. Nos llevamos a nuestro niño de 2 años y medio con nosotros y la verdad nos quedó una sensación “rara”.
Por un lado nos trataron muy bien y la comida estaba rica, pero por otro distaba mucho de lo que aparece en vuestro artículo, porque la mayoría de los platos no estaban en la carta (ni las habas, ni la merluza en salsa de hongos, ni la lubina con crema de cítricos, ni la milhojas de solomillo de buey con foie, ni la suprema de pato, ni el solomillo de cerdo ibérico con ajetes y trigueros, ni el volcán de chocolate, ni la milhojas, ni la filloa…) vamos que teníamos pensado lo que pedir (sobre todo yo que estoy embarazada y puedo comer pocas cosas)… y me quedé a cuadros… estaba todo cambiado…
Además las raciones, muy normales, no pequeñas pero nada del otro mundo, pedimos la tarta de queso y era la cuarta parte de la que aparece en el artículo (aunque mejor presentada) y lo de las pastitas para el café pues tampoco nada de nada.
Ah! yo no puedo tomar vino así que mi marido pidió una copa de vino de la casa, un rioja crianza normal y le cobraron 7 Euros por una copa… luego nos cobraron otros 4 euros por algo llamado “servicio” ¿???.
Lo que si he de reconocer es que lo que tomó el niño no lo cobraron (arroz blanco y filete de ternera).
En fin, que nos llevamos un chasco, distaba mucho de vuestro reportaje, la verdad una pena….
Un saludo
es un restaurante que deberia visitarse por sus plantos y el sitio es bastante divertido-…….felicitaciones ……muestren platos de postre, para los niños que se vean llamativos……………………..
¿No os encontrasteis con Díaz Ferrán o su amiga cubana?