¡Cucharete disfrutó a tope del Winebus! La noche de las velas de Pedraza
30 Julio 2013 por Cucharete - Este artículo ha sido leído 55,246 veces
¡Cucharete se ha subido al Winebus de Madrid! Una magnífica experiencia digna de recordar con una sonrisa: hemos probado vinos que no conocíamos en una bodega excepcional del siglo XVI, hemos viajado a un lugar místico con decenas de miles de velas encendidas y, sobre todo, ¡hemos hecho nuevos y buenos amigos! Pues, como os comentaremos a lo largo de este nuevo reportaje, la aventura Winebus hace que los participantes pasen de estar ilusionados por la jornada que se presenta a estar encantados con la jornada finalmente vivida. ¡Un viaje mágico e inolvidable! ¡Un viaje Winebus! Y os estaréis preguntando… ¿Qué es el Winebus? ¿Cómo puedo apuntarme? ¿Cuándo sale el próximo? ¿Desde dónde partimos?
Vamos pues a dar respuestas a todas vuestras preguntas… El Winebus es una encantadora experiencia diseñada por Ignacio Segovia que complementa a la perfección el mundo de los vinos con el deleite de viajar y vivir momentos únicos en compañía. Con el aliciente de que… ¡Se puede disfrutar a tope del vino! ¡No tenemos que conducir de vuelta a casa! A lo largo de este reportaje, intentaremos que sintáis en la medida de lo posible lo que significa el concepto Winebus, y que podáis vivir una experiencia como ésta en un futuro próximo, ¡en cuanto tengáis un sábado libre!
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Winebus es sinónimo de alegría, fiesta, disfrute… y un sinfín de adjetivos relacionados con el ocio. Gracias a esta particular iniciativa, podemos pasar un día diferente saliendo desde Madrid a visitar una bodega cercana repleta de encantos y cuya historia sea digna de un libro de secretos. ¡Arrancamos!
Aranda de Duero, Riaza, Chinchón, Toledo, Navalcarnero, Campo de Criptana, Tomelloso, Sigüenza, Pedraza, Alcalá de Henares, Medina del Campo… y muchos más destinos ¡son el colofón final del Winebus! Al que podemos subirnos todos los sábados si previamente hemos adquirido el ticket correspondiente en su página web. Parejas, grupos de amigos, solteros, familias… ¡Todos tienen cabida en el Winebus si lo que desean es pasar un día diferente y de lo más ameno! Disfrutando de un buen vino aderezado en todo momento con una aventura inolvidable. ¡De eso se encarga Ignacio en primerísima persona! Gestionando con maestría y demostrada experiencia a un competente equipo de trabajo que tiene detrás, que hace posible que el Winebus a día de hoy sea una realidad.
Ignacio Segovia -sobre estas líneas- es una persona como tú (lector de este blog) y como yo (escritor del mismo)… Un amante de la buena mesa, de los buenos vinos y de las buenas historias; que ha querido compartir con todos nosotros -los seguidores de Cucharete- los próximos viajes que prepara todo el equipo del Winebus, regalando el 25% de lo que cuesta el ticket de subida al Winebus. ¡Os regala a todos en exclusiva ¼ de su precio! ¡Winebus garantiza a todos los Cucharetes que en ningún otro lugar podrá encontrarse una oferta como ésta! ¡Aprovechaos! Tan sólo tenéis que indicar el “código de descuento” CUCHARETE en la web del Winebus en el momento de adquirir el ticket. ¡Seréis los que viviréis esta magnífica experiencia de la manera más económica! ¡Gracias Ignacio!
Después de las presentaciones de los asistentes al viaje… ¡Nos subimos al Winebus! Y ponemos rumbo a nuestro destino: cada sábado, una ruta diferente, una bodega diferente, una aventura diferente.
Se facilita a todos los asistentes una “carpeta winebusera” que contiene el programa del día -con predicción del tiempo incluido- y toda la información con imágenes necesaria para ampliar nuestros conocimientos y empaparnos, no de vino todavía, si no de la historia del porqué de este viaje. ¡El señor conductor que acelereeeeee! ¡Que nos vamos!
Ese sábado nos pusimos en marcha a las 17:00h desde la Plaza Conde de Casal de Madrid -punto habitual de salida del Winebus-, y a las 19:00h ya estábamos en la localidad burgalesa de Sotillo de la Rivera, un pintoresco valle donde nacen las bodegas familiares Ismael Arroyo que, por si no lo sabéis, fue una de las casas que luchó con empeño y tesón por la creación de la emblemática y reconocida Denominación de Origen Ribera del Duero -en 1982-.
Si las fotografías del exterior de la bodega tienen su encanto… ¡Esperad a ver el interior de sus galerías vecinas! Pues retrocederemos varios siglos atrás en el tiempo. Aunque, antes de eso… que lo bueno se hace esperar… veamos sus modernas instalaciones actuales y parte de sus viñedos.
A la entrada conocimos a Miguel Ángel, copropietario de la bodega, quien nos acompañaría durante toda la visita al complejo. Y después de unas indicaciones previas respirando aire puro, comenzamos la inmersión en el mundo del vino ValSotillo.
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En los impresionantes bidones de acero inoxidable se macera el mosto con la piel de la uva, teniendo en cuenta que los primeros días debe estar frío para que no fermente demasiado pronto, y para ello se utilizan duchas de agua que refrigeran el bidón por la parte exterior. Consiguen un vino excelente, propio de la tierra, gracias a la fermentación con las levaduras propias de la piel de la uva, sin llegar a recurrir a levaduras comerciales como hacen la mayoría de las bodegas.
Después de la primera fermentación, se separa el casco del vino y se realiza una segunda, para posteriormente trasegarlo varias veces durante el invierno. Unos años son mejores que otros, de eso no cabe duda, si llueve en invierno y hace calor en verano -como cabe esperar- la producción y la calidad aumenta, pero a veces el tiempo es caprichoso. También cabe señalar que únicamente utilizan azufre para combatir las posibles plagas de la vid, porque el aire es seco y no hay riesgo de mildiu.
Está claro que ya no se hace el vino como antaño en la zona de Lantaño -parece una redundancia pero no lo es, Lantaño es un pueblo de Pontevedra-, donde con un “toxo” se restregaba el vino si salía “fiado”. ¡Eran los enólogos de la época! Pero en las bodegas Ismael Arroyo, mantienen toda la esencia de la elaboración artesanal de siempre, hasta donde la industrialización se lo permite, y eso es de agradecer.
Estuvimos muy atentos a las explicaciones de Miguel Ángel, y obedecimos al unísono cuando nos propuso salir al exterior para ver una pequeña muestra de su trabajo y buen hacer: un coqueto viñedo cercano a la bodega.
Las vides estaban de foto, parecía que sabían de nuestra visita y se habían estado acicalando para la ocasión. El tiempo, espléndido.
La variedad que trabajan es el tempranillo -tinta del País-, y el proceso de vendimia que utilizan es manual, así que a darle a la tijera y al cuchillo, aunque nos encontraremos siempre con buenos racimos, pues un mes antes eliminan la superproducción de la cepa para mejorar la calidad de las uvas restantes. Mientras Miguel Ángel nos instruía en el mundo de la vid, nosotros aprovechábamos para recorrer la zona con la cámara.
Empezaba a ser visible el fruto… ¡A ver qué tal sale la cosecha de ValSotillo de este año! Con unas uvitas tan peripuestas… ¡Promete!
Nos alejamos unos metros del viñedo y emprendimos un camino que nos llevaría al verdadero corazón de las bodegas Ismael Arroyo. Las imágenes que nos reservaba la bodega para esta parte de la visita eran únicas, pues estábamos a las puertas de sentir la bodega en la misma piel, exactamente a 12 ºC.
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Subimos una cuesta de tierra que sorteaba diferentes cuevas, siendo la más espectacular de ellas la de la bodega Ismael Arroyo, y ya os iré contando el porqué. El paisaje… ¡Fantástico! Todo lo que sea escapar de la gran ciudad es bienvenido, ¡y “bienrespirado”!
¿Qué se esconde tras esa puerta? ¿A dónde llevará? ¿Saldremos de ahí? ¿Habrá luz? ¿Entramos? ¡Tranquilos que no hay Orcos! Pues no es la entrada a las peligrosas minas de Moria.
Miguel Ángel nos marca el camino al principio, pues ante nuestros ojos aparentaba estar el túnel de la madriguera del conejo de Alicia: que se extendía en línea recta para posteriormente torcer bruscamente hacia abajo… ¿Caeríamos nosotros hasta el infinito? Bueno, pensándolo bien, al finalizar su caída Alicia no se había hecho daño, simplemente había entrado en un mundo de absurdos y paradojas lógicas. ¡Nosotros entraríamos en el mundo del vino! ¡Lógico!
Recordad también, que lo primero que se encontró Alicia resultó ser una pequeña botella -la primera de varias que encontraría a lo largo de su aventura- que únicamente decía “BÉBEME”. ¡Esto sí que pega más con nuestra historia! ¿Se repetiría la historia? ¡Bienvenidos al País de las Maravillas de ValSotillo!
Una vez cerrada la reja… ¡Comenzamos a sentir la leyenda! No había marcha atrás. La temperatura bajó considerablemente hasta los 12 ºC -constantes todo el año-. Las chicas sacaron los fulares y pañuelos de sus bolsos y los chicos acariciaban repetidamente los brazos. ¡Estábamos dentro! ¡En el corazón de Ismael Arroyo!
Las vistas sobrecogían… Unas instalaciones históricas que se remontan a hace más de 400 años, transmitiéndose inmunes de generación en generación. Una solemne bodega subterránea del siglo XVI que supera los 1200 metros cuadrados de galerías excavadas en roca y horadadas en piedra.
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Viajábamos al centro de la Catedral del Vino -no son habituales bodegas tan grandes-, a su temperatura idónea. Antiguamente -hasta 1960- se elaboraba el vino en lagares y luego se transportaba en pellejos de piel de cabra. Las cubas más grandes -para guardar el vino-, se montaban en la propia cueva debido a sus amplias dimensiones. A día de hoy se almacenan los crianzas y los reservas.
Bien podía ser una vela la que custodiase el candil, pero ¡hay que modernizarse! De todos modos… las telarañas juzgaban un atrezo necesario para dar rigor al conjunto. ¡Nos encantó la bodega Ismael Arroyo! ¡Viva el Winebus!
Ahí tenéis a Ninillas lista para que le sirvan una buena ración de queso manchego que acompañe fielmente a uno de los ValSotillo Gran Reserva. ¡Como a la antigua usanza! No hay que perder las viejas costumbres aunque a día de hoy la tecnología nos permita tomar la fotografía con un simple teléfono…
Las dimensiones de la excavación engañan a la cámara y diferentes espacios parecen haber sido ya visitados. El laberinto de túneles profundiza en la montaña hasta 30 metros, mostrándonos en todo momento una hilera interminable de cubas de roble americano.
Vayas hacia donde vayas la temperatura es constante, y las vistas impresionantes. ¡Con el calor que hacía fuera! Mucho vino hay aquí metido… Probablemente algún día se acabe el petróleo, pero no creo que se acabe el ValSotillo.
Vamos a cruzar ese pasadizo estrecho a ver qué nos encontramos al otro lado… ¡Seguidme!
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Otra zona de los túneles está acondicionada como botellero. La ausencia de luz, vibraciones, ruidos y el toque previo de la barrica de roble americano consiguen una crianza a temperatura constante envidiable para el resto de los vinos de la región. ¡Ahí tenéis un Gran Reserva 2009! ¿Nos llevamos una al Winebus?
Diferentes salas y curiosas entradas en la roca nos muestran utensilios y herramientas de la época. Un cuidado museo bajo tierra que nos traslada en el tiempo. El recorrido parece no terminar nunca… y, lo mejor de todo, es que ¡no queríamos que terminase!
Más y más cubas, en cada cruce, en cada pasillo, en cada sala… Menos mal que seguíamos en todo momento a Miguel Ángel, pues nos hubiésemos perdido allí dentro. En la Mansión de Baco.
Desconozco si al final del próximo túnel está la cueva de Batman, pero observando detenidamente la siguiente fotografía parece que van a salir miles de murciélagos de un momento a otro sobre la espalda de Miguel Ángel hacia nosotros. Menos mal que existen varias zarceras -respiraderos- por los que podrían salir en bandada al más puro estilo Hollywood.
La bodega es interminable… ¡Se podría recorrer en segway y peligraría la batería!
El gran Ignacio Segovia -alma máter del Winebus- tal cual Bruce Wayne entrando en la Batcueva.
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Tras un largo paseo, llegamos a un terreno más trabajado -con tuneladora-. Una ampliación de 800 metros cuadrados realizada a principios de los 90, que completa el parque de barricas y botellas y que confieren a la bodega sus actuales dimensiones. Los arcos de piedra que reforzaban la zona antigua -además de denotar nobleza- dan paso a estos que se muestran en la siguiente imagen.
La bodega no pierde un ápice de encanto en esta zona nueva.
Miguel Ángel continuaba explicándonos cómo elaboran el ValSotillo en Sotillo de la Ribera. Recogen entre 200.000 y 300.000 Kg de uva para lanzar al mercado 200.000 botellas.
Ahí tenéis uno de los pasillos en toda su inmensidad. ¡Estábamos llegando al final del recorrido! ¡Increíble!
Las paredes de la cueva engatusaban a la cámara de vez en cuando… Muy pocas bodegas cuentan con tan emblemática situación.
Algunas barricas se quedaban prisioneras en las “mazmorras”. -Dícese mazmorra a un lugar seguro y fuerte que en las cárceles y establecimientos penales sirve para encierro y, a veces, castigo de los presos. Una prisión subterránea, normalmente construida bajo un castillo o fortaleza-. Aquí nos encontramos bajo una montaña, por lo que no sé si estarán castigando al vino o no… Pero no tengo ninguna duda de que esa condena le sentará divinamente.
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Tras una puerta, dejamos atrás la caverna vinícola y aparecemos en un vistoso silo de vino. Muy moderno, limpio e impecable. Donde el ValSotillo está listo para ser transportado. Simplemente una nota escrita a mano revela la fecha de la cosecha.
Girando hacia la izquierda, entramos en la cuidada sala de catas de la bodega Ismael Arroyo. ¡Nos estaban esperando! Sin duda alguna, la experiencia del Winebus incluye una cata de vinos de la bodega visitada, así que nos pusimos “paladares a la obra” y nos sentamos cual alumnos en el cole.
Despertó nuestra atención -gracias a Miguel Ángel- una fotografía de 100 años con todo el pueblo mirando al frente sobre la montaña. ¡Magnífico fotógrafo! No por la instantánea en sí, si no por ser capaz de lograr que todos y cada uno de los figurantes mirasen a la cámara simultáneamente.
Cuando un vino es un buen vino, como es el caso del ValSotillo, el vino está bueno se tome donde se tome. Pero si se toma en la bodega donde fue concebido, si es comentado por sus propios creadores, si recorremos las instalaciones donde se ha criado, si nos fijamos en los pequeños detalles que hacen de ese vino algo único… es entonces cuando ese vino se eleva por encima de los demás.
Las personas que viajan en el Winebus entienden, sin la necesidad de ser expertos enólogos, que están delante de una experiencia única. En ese momento esos vinos saben a gloria.
Comenzamos probando el ValSotillo Crianza 2009. Un 100% tempranillo que presume de una crianza de 14 meses en barrica de roble americano, lo que lo hace muy aromático. Es un tinto suave y expresivo que gustó mucho a todos los integrantes del Winebus.
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Terminamos con un ValSotillo Reserva 2005. En este caso son 24 los meses que se ha criado en barrica -más un año embotellado- esta producción de 30000 botellas. Es un vino más estructurado y complejo que el anterior, pero en perfecto equilibrio. Muy rico en matices.
Varios “winebuseros” compramos botellas para poder volver a disfrutar de esta experiencia en casa con los amigos, quizás con una tortilla sobre la mesa, contando batallitas varias. Y con esta estampa de atardecer sobre el impresionante lagar que preside la fachada de la bodega Ismael Arroyo pusimos rumbo a Pedraza, dispuestos a vivir una experiencia mística. ¡Os encantará la segunda parte de la experiencia Winebus!
Ignacio Segovia, al igual que lo habéis visto serio y templado en el primer vídeo de este artículo, vais a disfrutarlo a tope en el Winebus -como muestra la siguiente fotografía-. Todo el equipo del Winebus se encarga de que la aventura sea única cada sábado, pero la esencia del viaje la transmite Ignacio con su entusiasmo. Porque el Winebus no son sólo las bodegas que visitamos. Son las tapas y bocadillos que nos comemos, los vinos que catamos, los edificios, las ciudades, los pueblos y los viñedos que caminamos y, sobre todo, la convivencia que se genera entre los distintos componentes de la excursión, que hace que los participantes pasen de estar ilusionados por la jornada que se presenta a estar encantados con la jornada vivida. ¡Palabras de Ignacio! ¡Palabra de Cucharete!
Paramos a pie de carretera para recoger unos bocadillos que ordenamos desde el mismo Winebus por teléfono. ¡Nueve de lomo con pimientos! ¡Cinco de bacon con queso! ¡Yo quiero más de uno! Y recogimos las bolsas para continuar nuestro viaje con un destino de lo más espiritual: ¡La noche de las velas de Pedraza!
La siguiente imagen, simula el túnel temporal que el Winebus recorrió desde las históricas cuevas del siglo XVI hasta la sorprendente puesta en escena de un pueblo que apaga absolutamente todas sus bombillas y farolas y queda únicamente iluminado por la luz de decenas de miles de velas que componen un espectáculo visual nocturno sin parangón.
A eso de las diez y media de la noche, nuestro Winebus nos dejó al principio de la cuesta que nos conducía directamente a Pedraza. El atasco de coches que había era monumental, y unos Guardias Civiles se afanaban en poner un poco de orden aunque, la verdad, sin muchos resultados. Pero a pesar de la gran algarabía que había montada, todo quedaba relegado a un segundo plano cuando ante nuestros ojos apareció una Pedraza imponente iluminada únicamente por la luz de las velas.
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Toda la cuesta que conduce al pueblo estaba iluminada por velas que marcaban el camino por el que los viandantes transitábamos ansiosos de descubrir una Pedraza mágica.
Este año se ha celebrado nada más y nada menos que el Vigésimo Segundo Concierto de las Velas de Pedraza y, por supuesto, ¡Qué mejor manera de recordarlo! ¡Que escribirlo con velas!
Pero antes de empezar nuestra visita al pueblo había que atender a nuestros estómagos, no nos fuera a dar algún vahído. De modo que allí mismo, en el murete antes de entrar a Pedraza, justo antes de traspasar la Puerta de la Villa, instalamos el campamento y cenamos.
Había bocadillos de todos los tipos, pero sin duda, los que más triunfaron fueron los de lomo con pimientos y los de bacon con queso. Aunque siendo sincero, lo que realmente triunfó fue el vino blanco de Rueda bien fresquito que Nacho nos sirvió en ¡copas de cristal! Sí, habéis oído bien, el Winebus piensa en todo y hasta copas llevaban para que la cena informal se regara convenientemente. Todo el grupo agradecimos el detallazo, porque aquello no era un detalle… ¡Era un auténtico detallazo! Nacho se encargó de cargar con la bolsa de las copas y la nevera que refrigeraba las 6 botellas que nos pimplamos. ¡No había que conducir! ¡Únicamente había que disfrutar!
El entorno era perfecto, teníamos comida, buen vino y los brindis se fueron sucediendo durante toda la cena. Y, por supuesto, Ninillas también quiso inmortalizar el momento brindando esta vez por todos los cuchareteros.
Concluida la cena empezamos nuestra visita a Pedraza en plena noche de las velas, y qué mejor manera de hacerlo que cruzando la puerta grande o, mejor dicho, la Puerta de la Villa, que es el único acceso al pueblo. Sus orígenes datan del siglo XI, y fue en el siglo XVI cuando el Señor Iñigo Fernández de Velasco la reconstruyó, por eso su escudo aparece en la entrada.
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Pedraza está situada más o menos a unos 40 km de Segovia capital. Es una población pequeña que no llega a los 500 habitantes, lo que lejos de restarle encanto le confiere más personalidad si cabe.
Hay dos cosas que llaman a primera vista la atención sobre Pedraza. Por un lado, que se trata de una villa medieval amurallada y, por otro, lo cuidadas que están sus calles a lo largo de todo su recorrido. De hecho, si uno la visita de día se da cuenta de que es como teletransportarse a otro tiempo pasado donde caballeros con brillantes armaduras paseaban a lomos de sus caballos atravesando sus calles y plazas.
El motivo por el que Pedraza se muestra en todo su esplendor no es otro que la exhaustiva rehabilitación a la que fue sometida, lo que ocasionó que en 1951 fuera declarada Conjunto Histórico.
La mayoría de sus vías son peatonales, lo que hace que el caminar por las empedradas y estrechas calles se convierta en un auténtico espectáculo al disfrutar de la visión de sus antiguas casonas donde destacan sus enrejados, sus entradas y sus blasones.
Pero hay dos fechas en las que la visita a Pedraza se hace más especial aún si cabe, se trata de los dos primeros sábados del mes de Julio, que en este 2013 fueron el 6 y el 13 de Julio. Esos dos días al año se apagan todas las luces públicas y, el pueblo, al llegar la noche, queda iluminado exclusivamente con la luz de las decenas de miles de velas colocadas en todos y cada uno de los rincones de Pedraza.
En la celebración de la Noche de Velas se implican tanto locales como foráneos, y es alrededor de las siete de la tarde cuando, tanto unos como otros, comienzan a encender las miles de velas que durante esas dos noches iluminarán a una Pedraza orgullosa y llena de magia.
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La Noche de las Velas de Pedraza implica no sólo que el pueblo se olvide de la luz eléctrica por una noche, si no también que en la Plaza Mayor del pueblo se celebre el Concierto de las Velas de Pedraza, que al igual que la Noche de las Velas, va por su vigésimo segunda edición.
El concierto de música clásica está organizado por la Fundación Villa de Pedraza, quien dedica la recaudación de dicho evento a la consecución de un auditorio que se ubicará en la antigua Iglesia de Santo Domingo.
De modo que, todos los años, los dos primeros sábados del mes de Julio la Plaza Mayor de Pedraza se transforma en un improvisado auditorio al aire libre donde orquestas de primer orden hacen que este pequeño pueblo medieval inunde todas sus calles de música. La entrada al concierto no es libre, de hecho, todos los accesos de la plaza se cierran, pero se puede escuchar tranquilamente en los aledaños si no has podido acceder a una de sus entradas.
Este año, el XXII Concierto de las Velas de Pedraza corrió a cargo de los solistas de la Orquesta del Covent Garden de Londres, dirigidos por Vasko Vassilev, el sábado 6 de Julio. Y de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León dirigida por Jaime Martín el sábado 13 de Julio.
La sensación que se tiene cuando la única luz que ves es el destello de miles de velas iluminando hasta el último rincón de un pueblo donde la piedra es su seña de identidad, es indescriptible.
Si a eso le unimos que en muchas de sus calles la música clásica del Concierto de la Velas acaricia tus oídos… Entonces la sensación no sólo es indescriptible, si no que además es… ¡Mágica!
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Esas dos noches, Pedraza se transforma. Sus calles, sus plazas, sus ventanas, sus jardines, sus patios… Absolutamente todo se ve impregnado del encanto de la misteriosa noche iluminada por la tenue luz de las velas…
Da igual la calle o la plaza por la que transites, absolutamente todo son caminos de velas que iluminan todos tus pasos sea cual sea tu destino, incluido el que conduce al cielo…
De vez en cuando, un cartelito de “SE RUEGA SILENCIO”, nos recuerda que el Concierto de las Velas sigue su transcurso, y conviene que todo el mundo pueda disfrutar de él. Shhhhhhhhh…
El espectáculo de la Noche de las Velas de Pedraza se vive intensamente y de diferentes formas. Hay quienes van recorriendo todos los rincones del pueblo intentando captar la instantánea más sobrecogedora, y los hay también que sencillamente se sientan en el suelo y dejan que la música clásica acaricie sus oídos. Tranquilamente, sin estrés alguno e iluminados únicamente por la luz de las velas.
Las hileras de velas que van dibujando todas y cada una de las calles parecen no tener fin. Y si no, mirad la siguiente imagen…
Pero a esta fiesta de luces y sombras se suma desde el patio más coqueto, como el que os muestro a continuación, hasta el rincón más recóndito.
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En algunos de esos patios, la oscuridad se rompe armoniosamente por las velas estratégicamente colocadas que parece como si estuvieran levitando.
En las placetas contiguas a la Plaza Mayor, grupos de personas escuchan el concierto en sepulcral silencio mientras algunas velas comienzan una lenta agonía hacia su fin.
Mientras vas recorriendo Pedraza, uno no puede olvidarse de la historia de cada uno de sus rincones, de las miserias que guarda su cárcel de mediados del siglo XVI, o de los misterios que celosamente guarda su castillo del siglo XIII.
El castillo fue reconstruido en el siglo XVI. Es una fortaleza medieval perfectamente estructurada con una fantástica torre del homenaje, un foso y rodeando todo el conjunto un precipicio de los que da vértigo.
El espectáculo de luces y sombras no deja de repetirse a cada paso. Son miles de velas las que se encienden, aunque a ciencia cierta no he conseguido saber cuántas. Hay quien habla de veinte mil, otros de treinta mil, incluso he llegado a leer treinta y cinco mil. Lo cierto es que el número exacto es indiferente porque lo único importante es que durante dos noches al año, hay una villa medieval segoviana llamada Pedraza que sólo con la luz de las velas y el sonido de la música es capaz de transportarnos a otro tiempo y olvidarnos del presente.
La piedra de las casonas se torna amarilla a la luz de las velas, y nos deja estampas tan hermosas como la que os dejo a continuación.
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Cada patio parece rivalizar con el siguiente por conseguir la figura más bella, la frase más cautivadora o, sencillamente, el enclave más extraordinario de toda la villa. Y para muestra… Tres botones, o mejor dicho, tres patios.
Entre tantas velas parece indispensable salir de Pedraza con una foto grupal, ya sea de amigos o de familia, donde las velas sean las protagonistas indiscutibles y nosotros meros observadores. ¡La familia Adams!
Un ambiente místico que hemos podido disfrutar en primera persona gracias a todo el equipo del Winebus y a Ignacio en particular. Todavía recuerdo sus palabras: “El mérito no está en mí… Está en la gente que se apunta a esta aventura. Cada uno pone su granito de arena para que las jornadas del Winebus se conviertan en algo inolvidable. Mi labor se limita únicamente a reunir unos pocos ingredientes que tenemos muy cerca de donde vivimos, que nos dan vidilla y nos empujan a que salga lo mejor de cada uno nosotros. ¡El Winebus es mi vida!”.
Está claro que, con una copa en la mano, todo se ve de otra manera. El concepto Winebus nació para disfrutar de un día diferente haciendo algo diferente. Os dejo con la última instantánea del viaje: ¡Por vosotros, lectores cuchareteros!
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2 comentarios a “¡Cucharete disfrutó a tope del Winebus! La noche de las velas de Pedraza”
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Gracias por compartir un documental tan amplio sobre una de las rutas de vinos a visitar.
Nos apuntaremos a la ruta como buenos amantes del vino que somos.
Gracias por el reportaje, asi da gusto ir de escursion. Ya que las explicaciones y fotos son muy completas.
Seguro que este año iremos.
Un saludo.